Esta necesidad hace que el requerimiento de energía sea cada vez mayor, para atender el importante crecimiento demográfico mundial, con todo lo que esto implica. Para poder atender esta necesidad, se han utilizado, se utilizan y se lo seguirá haciendo en el futuro, variadas fuentes de energía y diferentes tecnologías, que han ido optimizando el aprovechamiento que se puede hacer de las mismas, pero que, como contrapartida, generan a su vez impactos ambientales que deben ser evaluados y minimizados de la mejor manera posible.
Este abanico de recursos energéticos disponibles abarca en forma general los denominados convencionales o no renovables, con los combustibles fósiles como los principales, y los no convencionales, alternativos renovables, como el solar, eólico, geotérmico, mareomotriz, etc., cuya utilización conlleva ventajas y desventajas. Los primeros, a lo largo de décadas, han logrado generar importantes cantidades de energía eléctrica, indispensable para el sostenimiento de las actividades cotidianas de la humanidad y el desarrollo del mundo como sociedad evolucionada, pero también como punto pernicioso un alto impacto ambiental que estamos sufriendo en la actualidad.